Sunday 28 September 2014

Las cosas que llevaban los hombres que lucharon, de Tim O'Brian

Este fin de semana también termino Las cosas que llevaban los hombres que lucharon, novela que hacía tiempo tenía ganas de leer y a la que he hecho un hueco en septiembre, coincidiendo con el mes temático de la novela bélica. El escritor, Tim O’Brien, es veterano de Vietnam y nos cuenta esta historia en la que los hechos narrados están totalmente a merced de los sentimientos que quiere comunicar. Y como veréis, a esta novela no le he puesto valoración porque, ahora mismo al menos, me resulta imposible. También veréis que, inusual en mí, es una reseña muy larga, pero más que una reseña esta entrada es una forma de asimilar lo que he leído.



Título: Las cosas que llevaban los hombres que lucharon (The Things They Carried)
Autor: Tim O’Brien
Número de páginas: 259
Año de publicación: 1998
Valoración:

Ha sido una lectura difícil de definir. Primero, tiene forma de memorias, con un narrador que comparte nombre y apellido con el autor. Pero durante la novela el mismo narrador nos advierte que no son más que historias, nos confunde la realidad y la ficción y nos hace darnos cuenta del valor tanto de la palabra escrita como de la imaginación, y de las funciones que ambas estrategias cumplen. Por una parte, nos habla de las historias que los mismos soldados se contaban, de lo importante que era hablar para poder seguir adelante. En una ocasión el narrador se queda petrificado ante el cuerpo de un chico vietnamita al que acaba de matar y uno de sus compañeros le repite “habla, habla” para sacarlo del shock. Las historias de lo sucedido se convierten en parte realidad, en parte invención, ya que en el momento de shock la mente se bloquea, los ojos se cierran, los ruidos se confunden, la persona consciente de alguna forma abandona el cuerpo y más adelante cada uno rellena esos huecos con detalles añadidos. ¿Son mentiras estos detalles? Quizás no sean la realidad de los hechos tal y como pasaron, pero son la realidad de los hechos tal y como han sido vividos. Otras veces pasa que se añaden detalles y se exageran las historias con el fin de que el receptor pueda llegar a entender los sentimientos del que ha tenido esa vivencia tal y como los siente, para lo cual, y más con experiencias tan brutales como una guerra, todas las palabras parecen quedarse cortas y la exageración nunca parece suficiente para poder encriptar en unas cuantas palabras tal magnitud de sentimientos.  También tienen las palabras el efecto contrario, el efecto de separarse de la realidad, el hacer bromas sobre los muertos y tratar de manera irrespetuosa a los cadáveres como estrategia de defensa ante una situación tan brutal. En las cartas que los supervivientes escriben a los familiares de los compañeros y amigos muertos también encontramos el poder de las palabras, la búsqueda de consuelo en las palabras del que queremos consolar, una manera de ordenar los hechos y de poner distancia, una manera de expresar el duelo y poder despedir a alguien a quien se ha querido y se ha visto morir.

Nos advierte el autor también de la falta de belleza en una historia de guerra, la guerra nunca es bella y no puede sacarse nada bello de ella. Si ante una historia de guerra nos queda un sentimiento positivo, de realización, del bien por encima del mal, es que hemos caído en la trampa de la manipulación para justificar la barbarie por parte de aquellos que crean las guerras. Por eso en esta historia no hay excusas, no hay edulcorantes, no hay belleza. Hay pasajes crudos, de violencia totalmente gratuita y sin sentido, de cruda inmoralidad. La guerra no es bella, no hay historias bellas, no hay moraleja que extraer y no tenía ningún sentido. Y el narrador se encuentra a si mismo 20 años después, despertándose en medio de la noche creyendo que ha encontrado el sentido, contándole la historia de la guerra a su mujer y acabar un rato después perdido en su propia narrativa viendo que ha vuelto a perderse en el sinsentido de la guerra.

Tim O’Brien narrador es capaz de hacer una transición más o menos sana de la guerra a la paz y a la vida normal, y en ese proceso le ayudan las historias que cuenta. De esta manera, igual que de niño tuvo que hacerlo con su primer amor, una niña que a los nueve años muere de cáncer y por la que cada noche se va a dormir antes para poder soñarla y mantenerla a su lado, puede dar voz a sus compañeros muertos, a sus sentimientos, puede seguir viéndolos a su lado. Uno de sus compañeros no es capaz de hacer esto y le pide que le ponga voz a su historia, pero después de las experiencias bélicas vividas no es capaz de encontrar una finalidad en su vida, ante la magnitud de lo vivido, la normalidad de la paz de parece vacua, así que acaba suicidándose. Muchos no son capaces de superar una sinrazón tan grande, de continuar su historia. Uno de los médicos de campo tampoco es capaz de superar la guerra, cuando ve a sus compañeros vivos no puede dejar de pensar en sus cuerpos desmembrados y menciona que esto no le produce dolor, lo cual le preocupa, pero las imágenes no dejan de acecharle por las noches, incluso la de su propio cuerpo sin vida. Algo que teóricamente le afectaba por no afectarle le acaba volviendo loco, tal es el enredo psicológico en el que se ven inmersos.

Hay un pasaje en el que la acción bélica se mezcla con el proceso mental de asimilación de la guerra. En la acción física de la batalla, en plena confusión  en la que físicamente no sabes dónde estas, ni qué va a pasar, ni sabes exactamente qué está pasando a tu alrededor, en medio de todo esto se confunde el bien y el mal, conceptos que antes eran válidos dejan de serlo, lo que parecía disciplina se torna en caos, lo que parecía claro se ve irremediablemente ambiguo, los motivos se convierten en salvajismo y anarquía.

Nos habla el autor también de la sensación de sentirse tremendamente vivo en medio de la guerra, cómo rodeados de muerte los soldados no pueden dejar de alegrarse de estar vivos, incluso cuando acaba de morir a su lado un amigo, y el conflicto moral que esto supone, el dolor desgarrador de alegrarse por estar vivo a pesar del duelo por el soldado muerto. Por otra parte, esta sensación de sentirse tan vivo se ejemplifica de una manera exacerbada en el personaje de la novia de un soldado hasta el punto que esta viaja al campo de batalla, se une a las emboscadas y acaba desaparecida descrita como una persona que ha sido devorada por la atracción más salvaje que despierta la guerra, convirtiéndose en parte del paisaje y del mito, parte de esa irrealidad forma parte de la historia común de los soldados del campo de batalla. El lado más cruel del ser humano también muestra su cara cuando Tim sufre graves heridas y consecuencias más graves aun por culpa de la inexperiencia del médico. Tim consigue convencer a un compañero para gastar una pesada broma al médico en el que ambos disfrutan con la crueldad de saber que están provocando el pánico en otro ser humano. Cuando Tim considera que ya es suficiente, su compañero no quiere parar, incluso encuentra patético a Tim.

Otro sentimiento expresado muy fuertemente en varios ejemplos es el de la culpabilidad. En una ocasión dos soldados están jugando con las granadas y al final uno de ellos acaba muerto. El que sobrevive tiene un gran sentimiento de culpabilidad, de haber podido o haber debido de ser él. Busca una especie de consuelo en la escritura de una carta a la hermana del soldado muerto, aunque no obtiene respuesta, de algún modo, no encuentra perdón ni resolución a su duelo. Otro ejemplo es el de dos soldados que agazapados hablan de sus vidas para pasar el tiempo, uno habla de su novia y enciende una linterna para enseñarle al otro su foto, una monada le dije antes de saltar por loas aires, ante la gran culpabilidad que siente en que queda vivo ya que al encender la linterna los convirtió en blanco fácil. Y ante esto, la absurdidad de estar en estado de shock buscando la foto de su novia en pleno barrizal, la vuelta a la nimiedad para evitar lo que nos supera. Otro soldado no puede vivir con la culpa de haber tenido la bota de su compañero semihundido en un campo/letrina, el haberse dejado vencer por el hedor insoportable y no haber podido salvar la vida de su amigo, el no poder soportar las medallas que tiene y el valor que tiene la que no ganó de haber salvado a su amigo. El narrador nos explica que realmente él no mató a aquel chico, pero que era culpable solo por el hecho de estar allí presente, de verlo morir, un chico al que imagina una vida más allá de la guerra, una vida tan ajena a la guerra, tan indiferente a los motivos como la suya propia.

Otro tema que a mí me ha impactado de manera más sutil es la edad de los combatientes. Cuando estás leyendo sobre toda esta barbarie y sobre los hombres que lucharon, el narrador de repente utiliza la palabra “kid” ( “niño”, supongo, porque lo he leído en inglés). Y es que no eran más que eso, niños, jóvenes de 20 años, jóvenes de 24 al mando de otros niños, niños a los que se les ha enviado a una guerra con motivos inciertos en la que muchos no creían, niños que cometen errores que cuestan vidas por el simple hecho de ser tan jóvenes, por pensar en sus chicas en lugar de tener los cinco sentidos en el campo de batalla, por actuar irresponsablemente y jugar en medio de algo que nada tiene que ver con lo lúdico. Niños y jóvenes que se convertirán en hombres, si no se suicidan antes, que nunca podrán reconciliarse con la realidad que les empujaron a vivir.

Interesante es también el tema de la valentía. Cuando Tim es llamado a filas parece que el mundo se acabe, quiere huir, de hecho desaparece del trabajo en el matadero en medio de sangre y cuerpos desmembrados de animales, le supera la realidad de la guerra que se le viene encima y viaja a la frontera con Canadá. ¿Por qué no cruza la frontera? Porque podría haberse interpretado como una cobardía por el resto de la sociedad, por su familia y sus amigos. Pero para él realmente huir hubiera sido lo valiente, hubiera sido conectarse con sus sentimientos y ser coherente negándose a ir a luchar una guerra en la que no cree, pero fue cobarde y se enfrentó a las salvajadas que tuvo que presenciar.

En esta novela no encontramos belleza, no encontramos moralidad, no encontramos ninguna catarsis ni epifanía. Solo guerra, destrucción, sentimientos y la lucha por seguir adelante. A mí me ha impactado y lo recomiendo, después de la reseña más larga que he escrito hasta ahora, es lo más que puedo decir.

No comments:

Post a Comment